Doña Anita, Anita, o simplemente Ana, aunque ella reniega del doña porque cree y practica la horizontalidad entre los pares. Verla es presentir que su rostro fue surcado por compromiso y al conocerla, sabes que te va cautivar. Y se transforma en un ejemplo a seguir, a aplaudir de pie. Comprendes parafraseando a Fito que Ana vino a ofrecer su corazón.
Por Antonela De Baere y Sofía Bauzá (Fecofe)
Ana María Barcena tiene 69 años, vive en Volcán (Jujuy), localidad conocida como el pórtico de la Quebrada de Humahuaca. Volcán tiene encanto, calma, mixtura de cerros áridos y verdes. Un pueblo que nos recuerda que hubo un tiempo de ferrocarriles, de otra Argentina.
La vocación de Ana ha sido el prójimo, siempre al servicio de una causa: transformar el capitalismo en algo más humano. Ana, junto a otros agricultores familiares, fundó y dio vida a espacios cooperativos, gremiales, instituciones, que visibilizaron a estos sujetos, esos que aman su terruño como nadie. Esos campesinos a los que la naturaleza les presentó lo inhóspito y sin embargo producen respetando la Pachamama porque se sienten un elemento más de ella, no son extractivitas. Una de esas cooperativas es la “Agropecuaria y Forestal Esperanza Ltda” formada con el objetivo de fomentar el cultivo de amaranto para el desarrollo humano y combatir la desnutrición infantil abarcando las provincias de Salta y Jujuy.
Ana posee coherencia ideológica entre lo que hizo, hace y predica. Dentro de su militancia ha sido miembro del Partido Socialista Revolucionario, tuvo un nombre de guerra “Rosa”, como “Rosa de Luxemburgo”, fue mujer de armas tomar, no fue ajena a la violencia política y a la oscura noche dictatorial. Por eso se tuvo que ir del país. La primera advertencia fue cuando cerraron la carrera que ella había escogido “Antropología Social” en La Plata. Alguna vez me contó que vendían ajo para financiar la militancia, disfrutaba de ir al cine y ver esas películas que hoy son clásicos: “La clase obrera va al paraíso”.
La juventud es inagotable en ella. Hoy es productora tambera, transforma la materia prima en diferentes productos, la finca se llama Laguna Seca, porque otrora había allí una laguna donde desde muy pequeña aprendió a nadar con sus hermanos. Compartí con Ana extensas charlas, apreciar esa condición humana, esa filosofía de vida donde está siempre pensando en la organización, en hacer algo para unir esfuerzos y mejorar la calidad de vida. Ese es el sentido de vida de Ana, construir organización, militar, cooperar.
Vivir en Jujuy no es fácil, aunque es una provincia rica en recursos y en capital social, la política no los ha beneficiado en el desarrollo.
Ana los sábados viaja desde Volcán hasta Tilcara (42 km), a vender sus productos: leche, quesos, quesillos, ricota, sin aditamentos, ni conservantes, todo es natural, su queso se encuentra en el menú de algunos restaurant como “Barcena”. ¿Quiénes son sus clientes? Locos lindos, gente del lugar, que hasta la esperan en la ruta para comprar; a veces se cruza con otros campesinos que la abrazan como si fuera un Dios.
La elijo a Ana, porque es militante social de primera hora, en lo político, en lo gremial, en lo cooperativo, no se atornilló a ningún puesto, por el contrario siempre fomentó el crecimiento de los jóvenes. Testimonios de ello son Yanet, Huguito, Fabiana, Hilde e incluso en su anecdotario hay que agregar que organizaron un campamento juvenil en su casa con más 50 jóvenes rurales de todo el país.
Ana se parece a Chavela Vargas, con su pelo corto y blanco, así como Chavela cantaba, Ana le canta las cuarenta a quien sea. Ese rasgo le valió enemigos y admiración.
He escuchado a Ana a orillas de una chimenea mientras cenábamos en su casa, esas casas de campo amplias de techos de paja, paredes de adobe, la escuchaba y me decía hacia adentro, “es necesario contar la historia de una mujer cuya huella y ejemplo es inspirador”, más conoces a Ana, más te enamoras.
Ella que desde pequeña le hablaba a la “Hija del viento”, ella que se acuerda de su madre bajando del cerro con la pala, ella que en el exilio se ganó la vida construyendo parrillas, plantando verduras, hasta llegó a Praga y pidió el plato más raro que resultó ser puchero. Ella que extrañaba los cerros y sus amigos en el exilió no la comprendían. Ella que casi se muere de la emoción cuando en Barcelona fue a escuchar a Mercedes Sosa como tantos otros exiliados y el primer tema que cantó fue “Doña Ubenza”, canción que representa a Jujuy en su aspecto místico.
Sí les digo que esta mujer es una celebridad es poco. Ana «no duerme», es una mujer informada, trabajadora, militante social, con un corazón gigante. Todos deberían conocer y aprender de Ana.