El primer acercamiento de Alejandra a la idea del cooperativismo data de su primera infancia, por cuanto proviene de una familia de productores cooperativistas. Sus abuelos paternos, David y María Argina, habían fundado en 1939 junto a otros productores vitivinícolas de Nonogasta, en Chilecito, La Rioja, Sociedad Nacarí Cooperativa Agrícola e Industrial de Nonogasta Limitada.
Su padre se había asociado cuando ella muy pequeña; y por esto que se socializó en valores y principios cooperativos, aprendió el significado de las decisiones democráticas adoptadas en Asamblea, la importancia y la responsabilidad social que implica ocupar cargos electivos, porque las decisiones que se adoptan impactaban en el conjunto de los miembros. Una vez al año, recuerda, acompañaba a su familia a la “Asamblea”, esa reunión anual en la que participaban los mayores, mientras los chicos aprovechaban para jugar. Cuando escuchaban aplausos sostenidos, y voces que se alzaban con alegría y expresiones de algarabía, sabían que había llegado la hora de ir a comer el asado, en una mesa larga donde compartían con abuelos, padres, tíos, hermanos, amigos. Alejandra relata “cuando fui creciendo supe que el festejo se debía a que habían terminado la reunión anual, habían rendido cuentas e informados a los asociados y se habían elegido nuevas autoridades”.
En esta “familia de cooperativistas” le inculcaron valores que adoptó naturalmente y con el correr del tiempo supo que guardaban estrecha relación con esa doctrina:la ayuda mutua, la responsabilidad, la igualdad de oportunidades, la equidad y la imprescindible solidaridad en cada momento de la vida. Le enseñaron y comprendió que cuando son varios, es bueno que tomar decisiones por consenso y que el respeto hacia la persona debe primar siempre; cualquiera sea su condición social o económica.Las circunstancias económicas llevaron a esa cooperativa a su disolución, y la oportunidad de continuar con la tradición familiar de ser asociada,desapareció de su lugar en el mundo.
Alejandra vuelve a relacionarse con el cooperativismo, cuya doctrina y principios habían permanecido latentes en su memoria, en 1992, cuando la convocaron a trabajar en La Riojana Cooperativa Vitivinifrutícola de La Rioja Ltda; espacio en el que se desarrolló profesionalmente, y en el que continuó aprendiendo y confirmando día a día que el cooperativismo es una doctrina y sus principios humanizan las relaciones societarias. Esa constatación le brindó la convicción para transmitirla y difundirla en cada proceso o pieza comunicacional o en los encuentros de capacitación con los jóvenes que tomarán la posta de la conducción, en los ciclos de formación de los nuevos empleados, e incluso con los clientes, mostrándoles la importancia de comercializar productos que provienen de una concepción social de la economía.
Pero es quizás el proyecto de Comercio Justo de La Riojana Coop., el que más hondo caló en su esencia cooperativista, porque a través de él pudo tomar parte en la definición de políticas institucionales que se plasmaron en mejoras socio-económicas para los asociados, los empleados, sus familias y la comunidad en general. SU participación directa en este proyecto la llevó a formar a los empleados en los principios del cooperativismo para que pudiesen integrarse activamente a la Asociación de Comercio Justo que los nuclea, para que tomaran decisiones democráticamente; asumieran que su derecho a participar es independiente de su condición económica y que sus decisiones son autónomas.
Son innumerables los ejemplos que cita en los que vio plasmada la esencia cooperativa en su experiencia de vida. “ … quizás fue el proyecto de Comercio Justo el que más me acercó a lo medular de la economía social, ya que fui designada para llevar adelante este proyecto, articulando entre La Riojana, el ente certificador y los empleados, que fueron los primeros beneficiarios de la certificación. A ellos debía instruirlos sobre los lineamientos del cooperativismo para que pudieran actuar en consecuencia con el proyecto y adoptar decisiones que impactaran socio económicamente en ellos, sus familias y la comunidad; para que trabajaran en el desarrollo socialmente sustentable, y se empoderaran tomando decisiones democráticamente. El desafío fue enorme, pero valió la pena, porque pudimos consolidar la esencia solidaria del modelo en grandes beneficios para todos”.
Su vida tuvo un amplio y fuerte atravesamiento por esos ideales solidarios, constatando que no son utópicos. Su área de trabajo en la Cooperativa es la Educación, la formación y la comunicación. Desde este rol intenta llegar con un mensaje claro y convincente sobre la naturaleza y los beneficios del cooperativismo. Es la manera en la que asume el compromiso con la comunidad que postula el Cooperativismo.
Por eso expresa que “las oportunidades y las circunstancias que se nos presentan en el camino nos permiten elegir. Yo opté por éste, porque sentí que en esta organización y en estas acciones unía el decir con el hacer, e integraba como mujer, mis convicciones más profundas, aquellas que me inculcaron desde muy niña, con proyectos posibles que apuestan a una sociedad más justa, solidaria e inclusiva”.